Este blog se encabeza con una frase de Cicerón: si tienes una biblioteca cerca del jardín no necesitas nada más y esto se hace evidente en el Ateneo Barcelonés. El Ateneo instalado desde 1906 en el Palacio Savassona de la calle Canuda nº 6 de Barcelona gira alrededor de dos espacios que hacen de él un referente cultural de la ciudad, su gran biblioteca y su jardín romántico.
Por el Ateneo han pasado los grandes personajes que han impulsado desde su creación en 1872, el debate social y la cultura catalana. Nació de la fusión de dos entidades más antiguas, el Ateneo Catalán y el Círculo Mercantil Barcelonés, fijando su residencia en la Rambla de Capuchinos, nº 36, al lado del emblemático Teatro Principal.
Cuando se trasladan al Palacio Savassona, los arquitectos Josep Font Gumà y Josep M. Jujol acomodan el edificio construido a finales del XVIII para que pueda albergar las actividades propias del Ateneo. Con posterioridad el palacio sufrió diversas reformas como las de 1968. En la actualidad se han realizado obras de restauración que han devuelto la brillantez de sus pinturas y el sabor tradicional, a un espacio tan emblemático como es la biblioteca.
La biblioteca fue de las primeras en Barcelona de estar abierta casi sin horario y todos los días de la semana. La que esto escribe recuerda que sus compañeros de universidad, ya sea por trabajo o por las maratones que se hacían cuando se acercaban los exámenes se podían pasar días enteros en el Ateneo estudiando consultando libros, de tertulia con compañeros e incluso comiendo a buen precio en su bar.
Si la cabeza del Ateneo es la biblioteca, el corazón es el jardín romántico, situado en el primer piso del palacio. Desde el exterior nada hace sospechar que allí hay un espacio de palmeras, estanques, vegetación, tortugas, bancos de cerámica y veladores con sillas para que los socios tomen el sol o disfruten del fresco mientras leen el periódico, conversan o se toman un café.
Este jardín fue centro de una gran polémica en épocas en que el Ateneo pasaba por horas bajas. A finales de los ochenta la junta se propuso la construcción de una sala de actos bajo el jardín lo que ponía en peligro las palmeras, signo distintivo del Ateneo. Hubo una campaña “Salvem les palmeres!” que puso en evidencia las problemáticas internas de la entidad. Afortunadamente las palmeras siguen ahí.
De la historia y avatares del Ateneu se puede leer en la web del Ateneu y en unos artículos de la publicación Barcelona Metròpolis Mediterrània
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